NAM. La guerra de Vietnam en palabras de los hombres y mujeres que lucharon en ella / Mark Baker

Què em porta a llegir un llibre de Mark Baker sobre la Guerra del Vietnam, com és aquest Nam? Aquesta és una guerra que ens resulta propera i de la qual realment no en sabem gaire més enllà dels tòpics, i encara. La informació més estricta del conflicte es pot treure dels llibres d’història, o podeu clicar a l’enllaç de més amunt. Aquest llibre no va d’això. Com explica el subtítol, es tracta que ens expliquin la seva versió aquells que hi van anar, que voluntaris o reclutats, de grat o per força, van ser arrencats d’una vida a la primera potència mundial per anar a lluitar en un país molt llunyà, contra no tenien gaire clar el què. Com explica Kiko Amat al pròleg (a més de pròlegs, escriu llibres) la seva generació, i la meva també, va veure molta ficció sobre aquesta guerra, hi van anar joves que escoltaven música semblant a la nostra, hi havia referents comuns, no era un conflicte tan allunyat com ho podia ser la Segona Guerra Mundial. Les històries que aquests nanos podien explicar podrien ser semblants a les que donaríem nosaltres posats en una situació similar. Un pensament inquietant.

VIETNAM WAR 1967 – DAKTO. © manhhai, Creative Commons.

La primera part explica com van anar a parar aquells nanos a la guerra. Hi ha de tot, n’hi ha que van ser reclutats, n’hi ha que no es van preocupar per buscar la manera d’evitar anar-hi (el normal era seguir estudiant a la universitat, casar-se i tenir una família al càrrec, presentar-se drogat a l’examen mèdic, o fugar-se a Canadà i no poder tornar en una bona pila d’anys), o alguns que fins i tot sentien que era el que havien de fer, fins i tot alguns s’allistaven voluntaris als marines o a l’exèrcit (hi ha una diferència, però no tinc gaire clar quina, entre soldat i marine). El denominador comú era que no tenien ni puta idea d’on s’estaven ficant, havien vist pel·lícules, llegit llibres i potser coneixien gent que havia anat a una guerra, però ara ho viurien de primera mà i no tenien ni la més mínima idea de què se’ls venia al damunt. Ho van descobrir només arribar.

Cuando el barco atracó, estaba anocheciendo, casi había oscurecido. Nos quedamos en cubierta dos o tres horas viendo los fuegos artificiales del horror. La puta artillería, fuego cruzado por todas partes, bengalas que se encendían en la oscuridad… Hostia puta. En lugar de soltarnos ahí en medio, nos hicieron quedarnos en los alrededores a mirar. No sabíamos qué era aquello. Era un misterio.

Cuando amaneció, los disparos remitieron y el combate terminó. Nos acercamos a paso de tortuga, esperando y observando. Era como estar condenado a muerte. Habíamos ido a una escuela de gladiadores y éramos la promoción del 68. Si sobrevives, sobrevives.

Vietnam War images (25). © manhhai, Creative Commons.

El relats de l’arribada són els del xoc, els d’adonar-se que allò és de debò, que hi estan fotuts fins al coll i que les possibilitats de morir són reals, i que fins i tot si tornen sense ni una rascada no en sortiran com han entrat.

La gente que estaba allí tenía algo especial. Eran unos críos, pero a la vez no lo eran. Tenían un brillo en la mirada que los hacía completamente distintos a los demás. Me tenían cautivado, hipnotizado. No podía apartar la vista de ellos. Tenían algo que los hacía parecer viejos, pero yo aún me sentía como un crío.

¿Qué hacía yo allí? Tenía veintiún años. No me podía creer que me hubieran puesto al mando de un pelotón. Ya se me había olvidado todo lo que había aprendido. Se suponía que tenía que saber cómo llamar a los de artillería, pero no me acordaba de nada. Aquello me sobrepasaba, era peor de lo que había imaginado.

Si tot i així no eren del tot conscients d’on eren i, de que allà les coses anaven en serio, bé, sempre hi havia la manera de recordar-ho i que ja no ho oblidessin.

La verdad es que podría haber cumplido mi estancia en Vietnam sin meterme en líos, pero una noche cometí el error de abrir la boca. Dije: “Si viera a un Vietcong y él no me viera a mí, no me lo cargaría, porque sabría que tiene mujer e hijos”. A la mañana siguiente, estaba en la pista de aterrizaje con todas mis cosas camino a una unidad de combate en primera línea del frente.

Vietnam War images (11). © manhhai, Creative Commons.

Els relats no apareixen “signats”, no sabem qui diu què, no acaba d’importar, l’experiència és el que importa. Explico això perquè quedi clar que no hi ha un sol narrador que expliqui tot això, no tot li està passant al mateix individu. L’arribada ha estat dura, però encara hi ha més.

En aquella primera patrulla fuimos a un lugar donde los marines habían emboscado a un grupo del Vietcong y del EVN [Exèrcit de Vietnam del Nord]. Aparté un fiambre del camino, a otro le di la vuelta; todo eran tripas y cabezas medio reventadas. No paraba de vomitar.[…]

—Te tienes que acostumbrar a ver cadáveres antes de entrar en combate y hacer que nos maten a todos. Eres el artillero, y el artillero no puede cagarse en los pantalones.[…]

Después, me ordenaron patear un cadáver en la cabeza hasta que se le salieran los sesos por el otro lado.

—Acabo de mover un cadáver. ¿De qué va todo esto?

No le veía ninguna lógica, aunque más adelante lo comprendí. Pero en aquel momento pensé: “Estos cabrones llevan aquí demasiado tiempo. Estan todos tarados”. Yo estaba hundido en la mierda y ellos se descojonaban.

[…] Y ahí estaba yo, apenas rozando la cabeza de aquel desgraciado con la punta de la bota. “¡Dale! ¡Dale! ¡Dale!” Y, de repente, lo único que oigo es: “¡Dale! ¡Dale! ¡Dale!”, cada vez más alto: “¡Dale! ¡Dale! ¡Dale!”. “Si no le das, serán ellos quienes te den, y te matarán. ¡Dale!” Bajo la vista y el “¡Dale! ¡Dale! ¡Dale!” Me retumba en los oídos.

Ahora sí que lo estoy pateando. Doy una patada, y otra, y otra y, de repente, se la empiezan a salir los sesos por el otro lado de la cabeza. Joder. Cuando me di cuenta de lo que estaba haciendo pensé que me iba a morir, en serio, pensé que me moría. Empecé a vomitar otra vez, pero ya no me quedaba nada que echar, solo me sobrevenían arcadas. Dios, aquello me estaba matando. Intenté beber agua para tener algo que echar, pero no sirvió de nada.

Vietnam War North Vietnamese Dead. © manhhai, Creative Commons.

Eran hombres serios, entregados a lo que habían ido a hacer. Y en aquel momento su obligación era enseñarme, prepararme para que, cuando la muerte nos golpeara —y podía golpearnos a cualquiera, a ellos o a mí—, cuando viera morir a un amigo, no me derrumbara. Y eso lo viví. Vi a chavales que acabaron muertos, que provocaron que se cargaran a casi todo un pelotón, porque se dejaron llevar por el pánico o porque perdieron el control o porque estaban heridos y no fueron capaces de soportar la visión de su propia sangre. Por eso se habían propuesto enseñar a los novatos a qué tenían que enfrentarse y cómo asimilar dónde estaban.

VIETNAM WAR U.S.. © Ur Cameras, Domini públic.

Era una guerra, les normes no servien, la humanitat, l’empatia o el respecte sobren, hi ha una missió: sobreviure, i si es tenien manies era més difícil. Així de bèstia. El llibre no edulcora res, no disculpa res, només exposa, i el que exposa és dur.

Cuando oigo hablar de prisioneros y cosas así, no tengo ni idea de a qué se refieren. Nosotros no hacíamos esas tonterías. Les disparaba y listo. Los ponías de pie contra la pared, les apuntabas bien cerca de la cabeza y les decías: “¡Habla o aprieto el gatillo!”. También podías agarrar a la mujer o a la hija del tío y follártela delante de él, y así se le soltaba la lengua. Si no por esas hablaba, le pegabas un tiro a la mujer, y luego a él. Quitar una vida no significaba nada. Era lo normal.

En teoria, durant les operacions, sobretot al principi, no podien disparar sense una ordre, una ordre que trigava molt en arribar, i se’ls escapava gent que després els feien emboscades, no era pràctic i sobretot els posava en perill.

Tres días después, dejamos de solicitar permiso para abrir fuego. Cuando matábamos a uno del Vietcong sin haber pedido permiso en un operativo, le pegábamos un tiro a la radio antes de volver al campamento. Decíamos que nos habíamos visto metidos en una refriega y que no habíamos podido solicitar la autorización. Empezábamos a darnos cuenta de lo que era una guerra.

VIETNAM WAR-BATTLE-HUE. © manhhai, Creative Commons.

Ràpidament les prioritats canvien, la guerra és secundària, es tracta de sobreviure.

Mis colegas me dieron una medalla por cavar un agujero con mis propias manos y por caminar a través del agua. Me conocían por ser un superviviente redomado. Pero, una vez fuera del helicóptero, no perseguía demasiado a Charlie. No lo hacía, lo siento, tengo que reconocerlo. Una de las primeras cosas que entendías cuando llegabas a Nam era que no íbamos a ganar aquella guerra. No había forma alguna de ganarla tal y como hacíamos las cosas. Después del primer mes, tanto yo como todos los demás concluimos: “Voy a cumplir con mis doce meses y luego me voy de aquí cagando leches. No vale la pena”.

No és només la violència, és com es justifica, o no, perquè no cal. No allà, serà després quan el que han fet tornarà, però allà, de vegades, l’única manera de combatre l’absurd era amb més absurd, la mort amb més mort.

Ahí es cuando empiezas a entender cómo puede llegar a producirse un genocidio. Me considero un hombre decente, pero aniquilé a toda aquella gente desde mi helicóptero. Muchas de las personas que matábamos por la mañana eran las mismas que habían intentado matarnos por la noche, así que intenté convencerme de que nos estábamos cargando al enemigo. Sin embargo, comprendí, de la forma más macabra, que si las circunstancias son propicias cualquiera puede transformarse en un asesino, que mata indiscriminadamente. Yo lo fui. Yo lo hice. Fue extraño, pero así fue. Fue muy extraño.

El sexe. No hi havia dones a l’exèrcit excepte algunes infermeres i alguns serveis de logística. Queden dues opcions, el pagament i les violacions, i la primera és molt, però molt millor que la segona.

En ese campamento base en particular nos lo habíamos montado muy bien. Podíamos mover una parte de la alambrada de espino para que entraran las putas a follarse a todos los tíos del búnker. La noche siguiente, todos estaban nerviosos por cómo íbamos a colar a las putas, porque se suponía que los de inteligencia estarían vigilando el búnker para ver qué hacíamos. El tío de inteligencia, el muy gilipollas, se puso entre los búnkeres y la alambrada, cavó una trinchera y se metió allí a pasar la puta noche.

Pues teníamos un problemilla. Nos queríamos traer a las putas pero teníamos a ese cabrón ahí en medio, justo por donde tenían que pasar. Pero, ¡ja!, no llevaba radio, el muy imbécil, y empezamos a disparar hacia donde estaba. No podía ni sacar la cabeza. Nos trajimos a las putas en medio de todo aquel fuego, disparando hacia su posición y acojonándolo vivo. Cuando entraron todas cerramos la alambrada. Cada vez que al tío se le ocurría asomar la cabeza, le disparábamos. Nos pasamos la noche follando.

La guerra transforma la gent que la pateix, tant les víctimes com els executors.

Ningún chaval de dieciocho años se fue a Vietnam pensando: “Verás lo malo que voy a ser ahora”, pero la mayoría conoció su lado oscuro en esa guerra. Unos pocos albergaban una cierta malicia adolescente que afloró de la peor manera, nutrida por las circunstancias que allí los rodeaban. Muchos aceptaban la crueldad que descubrían en sí mismos como parte de su instinto de supervivencia.

Ben Het, Vietnam War 1969. © manhhai, Creative Commons.

Absurd sobre absurd, la deshumanització de l’adversari es dona per descomptada.

Íbamos unos cinco soldados en el jeep. En un momento dado, el conductor bromeó:

—¿Quién se apuesta algo a que soy capaz de darle a esa vieja que va por el arcén?

Había una mujer mayor que caminaba por la cuneta con una barra apoyada sobre los hombros sobre la que se balanceaban, atados a cada extremo, dos grandes sacos de arroz.

—Apuesto a que no —respondió otro tío.

Entonces, el conductor dio un volantazo de golpe y le rompió la cadera a la muy desgraciada.[…]

Aquello fue lo peor que vi. No fui testigo de ninguna masacre. El conductor del jeep hizo una apuesta, sin más. No era un psicópata ni un tarado. Por alguna razón, sintió el impulso de atropellar a aquella mujer.

No té cap sentit, més enllà d’una vaga esperança de sobreviure a tot plegat.

La primera vez que vi las palizas que le daban a la gente, dije: “¡Joder! ¡Habéis perdido la cabeza!”. Pero, entonces, algunos de tus amigos estallan en mil pedazos y todo empieza a importarte una mierda. Te da igual.

Les dones, que sempre s’emporten la pitjor part com a víctimes. Si no teniu estómac us podeu saltar el següent.

Hay mujeres a nuestro alcance. Son mujeres de otra cultura, de otro color, de otra sociedad. No quieres una prostituta y tienes un M-16. ¿Para qué vas a pagar por una mujer? Vas a la aldea y coges la que quieras. Vi a tíos que diría que no se habían acostado nunca con una mujer y volvían siendo dobles veteranos (tener relaciones sexuales con una mujer y después matarla convertía a un soldado de Vietnam en un doble veterano). No eran hombres que hubieran violado a una mujer. No tenían problemas psicológicos. Sin embargo, en un ambiente como ese, a un tío le das un arma y empiezan a pasar cosas raras.

I també us podeu saltar aquest altre:

La niña lloraba, así que un tío le puso el fusil en la cabeza y le disparó, para quitárnosla del medio, y luego le disparamos al cadáver hasta vaciar los cargadores. Cuando nos quedamos sin balas, comenzamos a pegarles patadas y a pisotearlos. Eso es lo que hacían el odio y la frustración. Después de violarla, desvirgarla y dispararle en la cabeza, pisoteamos literalmente su cadáver.

Aquests fragments, però, són necessaris. L’autor no vol jutjar, vol explicar, i tot això forma part del que va passar allà. No sé què és pitjor, matar nens o fer-los servir com a armes i que igualment acabin morint. Els hospitals, els metges i les infermeres també van veure moltes coses que potser haurien preferit no veure.

Normalmente, en los Estados Unidos, si ves a un niño de cinco años ingresado en un hospital es para que le quiten las amígdalas, para operarle una hernia o un testículo no descendido. Pero a uno de los primeros niños que trate en Vietnam, un soldado le había dado una granada para que jugara con ella, vete a saber por qué. La granada explotó y, básicamente, hizo estallar aquel cuerpecito en pedazos. Vivió un día y una noche, y después murió.

La mayoría de los soldados estaban como locos con los niños; siempre los cogían en brazos. Ingresamos a uno al que habían utilizado como trampa cazabobos. Tendría unos cinco años. Le habían atado una bomba y lo habían mandado a un bar al que acudían los soldados. Cuando uno de ellos lo cogió en brazos, explotó. Mató o cinco hombres.[…] El niño estuvo muy poco tiempo en el hospital. No vivió mucho.

Terrible, duríssim, el que vivien no els deixaria mai, però el temps de servei s’acaba, arriba el dia de tornar, i no és gens fàcil.

La gran ave del paraíso volaba hacia casa, directa y sin vacilar. En treinta y seis horas, un soldado podía dejar los arrozales y las botas manchadas de barro atrás y encontrarse vestido de civil, paseando por la calle Mayor de su ciudad natal, en busca de un destello de reconocimiento en los rostros de sus vecinos. Pero aquellos soldados nunca regresaron al mundo que habían dejado antes de marcharse.

Vietnam war Pulitzer 1973 – phóng viên ảnh Huỳnh Công Út (Nick Út) của hãng thông tấn AP. © TommyJapan1, Creative Commons.

Las personas, los edificios, los coches, los perros… Todo es parecería una imitación muy lograda del mundo real, pero el mundo con el que señaban, el mundo del que hablaban cada día en Nam, había dejado de existir y había sido reemplazado por una mala copia de la realidad, plana y sin vida. Se dieron cuenta de que aquel ya no era su mundo, de que ya no encajaban. Nada iba bien. Nadie los quería. “Pasamos de vivir en una zona de guerra a vivir en una dimensión desconocida.”

El trastorn per estrés post-traumàtic és això, entre d’altres coses. Han estat sotmesos a tantíssima pressió que no saben moure’s en un altre entorn.

Regresé al mundo, pero aquel mundo no era el mismo que había dejado atrás. Había vuelto a nacer. Nacer de nuevo, como dice la Biblia. Ya no encajaba en el mundo real. Me había pasado doce meses en Vietnam imaginando las cosas que haría cuando regresara. Estaré con una mujer. Haré esto, haré aquello. Pero entonces volví al mundo y estaba lleno de gente que se manifestaba contra Nam. La gente odiaba a los soldados por haber estado en Nam. Nos culpaban de lo que había pasado. Me volví loco. No me lo podía creer.[…]

No es que pensara que fueran antiamericanos, pero, joder, alguien nos había abandonado a nuestra suerte. Alguien nos había apuñalado por la espalda. Los ciudadanos de a pie que luchaban por la paz no lo comprendían. El mismísimo Ejército nos había apuñalado por la espalda mientras formábamos parte de él. Los defensores de la paz nos habían apuñalado por la espalda cuando habíamos vuelto a Estados Unidos. El presidente Nixon nos había apuñalado por la espalda. Lo que decía era absurdo. Henry Kissinger hablaba de paz y de acabar con la guerra. Mierda por un tubo.

La guerra va comptar amb una fortíssima oposició, però sembla que els que més la van patir van ser els soldats, els pobres pringats que havien estat reclutats i enviats a una guerra. Després es va saber els interessos, els negocis que hi havia al darrere, però aquests negocis no eren pas dels soldats. La guerra va tenir una cobertura televisiva com cap altra guerra mai, les imatges arribaven a tot arreu, fotos icòniques i duríssimes, no eren com els informatius o les pel·lícules de la segona guerra mundial, aquí no hi havia edició, el que es veia era el que hi havia, la guerra és mort i crueltat i víctimes innocents. Potser era massa veritat per a un poble potser encara massa innocent.

Lo que más costaba asimilar era que salir con vida de Vietnam —sobrevivir— era, probablemente, lo único que merecía la pena de la experiencia. No salvar al mundo del comunismo o defender tu país, eso no; salir de allí de con vida era lo único gratificante de aquello.

El trauma, i un país que no era ja el seu, amb una gent que ni els respectava ni els volia… malaguanyada joventut.

Vietnam War Memorial. © Larry Koester, Creative Commons.

Deia al principi que aquesta és una guerra especial per molts motius, un dels motius és que va succeir en un moment en què els mitjans de comunicació de masses tenien una presència i una influència enormes. El món va “veure” aquella guerra, la cultura popular la va fer arribar a tot arreu. Les altres guerres eren molt més remotes i el que en sabien havia passat pel sedàs del temps, o el d’un cinema, que tampoc podia mostrar les coses tal com eren. També deia al principi que els que hi van anar eren nanos, 18 anys de res, i no es pensaven com la guerra els canviaria ni les coses que farien. Potser tots nosaltres, en situacions semblants, ens comportaríem com ells? Amb sort mai ho sabrem, mai ens hi veurem, però la resposta podria ser inquietant…

Un llibre molt recomanable sobre la gent que va anar a la guerra de Vietnam i com la van viure. No hi ha grans batalles, no hi ha una estrategia militar, un tractat de guerrilles o explicacions geopolítiques, nanos (i algunes infermeres) deixats anar allà, en una guerra que no entenien i de la qual només esperaven sortir-ne vius i sencers, al preu que fos. Supervivència per sobre de tot.

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