Mujeres y otros animales / Bonnie Jo Campbell
Llibre que apareix de Bonnie Jo Campbell llibre que ressenyo, com aquests altres així que Mujeres y otros animales no serà l’excepció. Aquí torna a la fòrmula dels relats, en aquest format va ser el seu debut Desguace americano i també el Madres, avisad a vuestras hijas, jo soc més de novel·les però és una mania meva.
El primer dels contes està ambientat en un circ ambulant, on una noia amb tota una història al darrere té un incident quan un tigre inesperadament queda fora de la seva gàbia. Jo només pensava si volia o no que tots els contes tinguessin la mateixa ambientació… El tema que l’incident sigui amb un tigre m’ha recordat de mala manera de sèrie Tiger King, una barrabassada que podeu trobar a Netflix i que explica això dels zoos de tigres i demés, potser no és una sèrie per a tots els públics, tampoc els llibres de Dirty Works són per tothom, però si sou lectors d’aquest blog això ja ho sabeu, això és del primer conte Matiné de circo:
Aunque Big Joanie intuye que algo va mal, no se gira para mirar al tigre. Opta por concentrarse en depositar granizados en las manos extendidas de tres niñas de pelo negro y se asegura de que todas agarren bien los vasos de plástico antes de soltarlos. Big Joanie recibe los billetes limpios de un dólar que le entrega el padre de las niñas, que lleva una camisa vaquera, probablemente lavada por una esposa que entierra la cara en las camisas del marido para acordarse de él cuando no está. En menos de dos minutos, Big Joanie tendrá que salir de la estrecha primera fila porque las luces se apagarán y, cuando vuelvan a encenderse, Helmut, el mejor domador de animales del mundo, aparecerá en la pista central con los tigres asiáticos.
[…] A Big Joanie no le hace falta mirar hacia atrás para saber que Conroy ha colocado la jaula del primer tigre en su sitio, para saber que Conroy, que la invitó a su habitación catorce veces el verano pasado, se ha metido detrás de la cortina de terciopelo para sacar al segundo tigre. Todo es igual que en cualquier otro espectáculo, se dice a sí misma, pero percibe un desequilibrio […].
Totes les protagonistes són dones, els homes aquí juguen un paper simplement de comparses, de secundaris en un entorn terrible, necessaris per la seva força com per treure una vaca d’un llac glaçat a Juego de rimas:
A finales del invierno pasado, Jimmy Poke había llamado a su casa para decir que una de sus vacas se había hundido en el hielo. Si llegaba el deshielo, el cadáver envenenaría el agua. Jimmy le dijo a su madre que podía quedarse con la carne si conseguía sacar a la vaca. Tinny también fue, pero se quedó en la orilla mientras su madre y sus dos hermanos salían con un bote de remos. Llevaron cuerdas y una motosierra, además de un mazo para romper el hielo.
Como la vaca estava congelada en el agua, tuvieron que cortarle les patas. Mientras la motosierra zumbaba, Tinny enterró la cara en el costado de una novilla de raza Guernsey. Sus hermanos lanzaron las patas, de una en una, hacia la orilla. Los miembros seccionados repiquetearon al rebotar en el hielo. Si esas extremidades blancas y frías estuvieran allí ahora, pensó Tinny, las patearía hacia la compactadora y no le daría miedo mirar cómo se quebraban. Habían llevado la vaca congelada a casa en la parte trasera de la camioneta, y sus hermanos la desollaron y colgaron el cuerpo en el garaje. Los días siguientes, al mejorar el tiempo, los chicos separaron la carne de los huesos. La madre terminó el trabajo en la mesa de la cocina, empaquetando feos trozos de dos kilos en papel para congelar y cinta adhesiva gris.
Les dones protagonistes poden ser víctimes, però no es senten víctimes, i convé tindré molt clar que no es deixaran trepitjar sense oferir batalla o buscar revenjam com la protagonista de Chica gorila:
Tommy Pederson era el más malote de la clase de cuarto, además de ser el más grande, y todos los días, durante el almuerzo, él y sus compinches colgaban a los niños bocabajo de las barras de los columpios para vaciarles los bolsillos. La vez que me agarraron a mí, me voltearon de forma que las bragas quedaron a la vista de todos. Por si fuera poco, Tommy metió su dedo mugriento bajo el elástico de las bragas y tocó lo pliegues de piel entre mis piernas. Mientras la gravedad me enviaba la sangre a la cara, me propuse convertirme en un monstruo superpoderoso —una mezcla de Frankenstein y el Hombre de Goma— y retorcí mi nueva morfología para morder el antebrazo de Tommy Pederson a través de su chaqueta vaquera. Cayó al suelo soltando un chillido y nos peleamos en la arena. En un momento dado, se sentó a horcajadas sobre mí, inmovilizándome los brazos, pero me soltó cuando le di un cabezazo en la frente. Ya encima de él, agarré una fiambrera de plástico y le aporreé con ella hasta que dejó caer la cabeza en la arena, con la cara llena de babas y mocos ensangrentados. Recuerdo tanto la satisfacción de ganar como la decepción al comprobar que Tommy no iba a seguir peleando.
En enfrentamientos anteriores, había pateado a niños, les había abofeteado o arrancado de los columpios, pero nunca había participado en un combate a tumba abierta, desplegando toda mi fuerza. Con el subidón de la pelea, la cabeza me quedó despejada y el cuerpo tan sereno como la calma en el ojo de mi huracán, liberada momentáneamente tanto de la presión volcánica de mi interior como del peso oceánico que me oprimía desde el exterior. Mis extremidades se aflojaron y floté libre, como si la gravedad hubiera desaparecido.
Entorn salvatge, rural però no sempre, o una casa encantadora al costat de les vies del tren, on els accidents i atropellaments són una de les distraccions, de les poques de Comiendo a la tía Victoria. Una protagonista treballant de segurata en un centre comercial, un germà que s’està trobant a si mateix, l’amant de la seva mare amb qui no s’entenen i han de compartir la casa, la mare va morir… quan la protagonista es planteja allistar-se, veient el panorama no sembla una mala opció.
Bess se imaginó caminando con Jimmy por un bulevar flanqueado por museos, rascacielos y hoteles. Compartirían la acera con gente que marcharía a paso ligero del trabajo a casa, bien vestidos, con la certeza de que sus vidas tenían sentido. Aquellas personas viajarían en metro, leerían los periódicos durante el trayecto y acondicionarían sus apartamentos con solo unas pocas piezas de mobiliario sencillo, atractivo y duradero. Ella nunca había estado en Chicago, pero sabía que el lago Michigan debía resplandecer desde cualquier ángulo, embellecido por los veleros y los barcos militares.[…] Jimmy no era feo y tenía un buen coche. Bess se inclinó hacia él y lo besó, y de nuevo él le metió la lengua hasta el fondo de la garganta. Quizá no le iba a gustar besar a hombres. Bess había besado a algunos chicos en el colegio y, en concreto, le había gustado apretarse contra Derek Hill en el hueco de la escalera del instituto el año pasado, pero Hal dijo que no estaba a la altura de ella, y, en todo caso, aquel recuerdo parecía ahora distante e incierto. Tal vez acabaría como su madre, compartiendo la cama con otra mujer. Bess no quería sufrir los inconvenientes de ser diferente, de ser lesbiana. Sintió la suavidad claustrofóbica de esa palabra, presionándola como los pechos de otra mujer.
I un conte que m’ha recordat molt a algunes parts d’Érase un río, aquí també tenim un riu com a frontera i carretera i una protagonista que, com diu un dels personatges, sembla haver estat criada per llops a El perro pescador:
Tras una semana de lluvias intensas, Gwen se sintió prisionera en la cabaña. Cuando Jake estaba, no le había importado no tener teléfono o radio, pero ahora anhelaba la voz humana. En Snow Pigeon, después de años de suplicar, su hermana Paula y ella consiguieron convencer a su padre de que se conectara a la red telefónica. Después lo presionaron para que comprara un televisor. Pero ahora, hasta una simple discusión con Paula habría sido un entretenimiento bienvenido. La lluvia repiqueteaba en el tejado de chapa ondulada, con el mismo sonido que cuando caía sobre la caravana de Snow Pigeon.
Años atrás, el padre de Gwen solía llevarla a pescar; Paula era demasiado inquieta, demasiado escandalosa, según su padre. Gwen solía practicar cómo quedarse inmóvil como una piedra, con el objetivo de aprender a portarse bien en la barca. Sin embargo, durante los dos últimos años, cuando el padre volvía del trabajo por las tardes, no tenía más ocupación que amargarse y beber. Durante los meses anteriores a la partida de Gwen, su padre, que ya era reservado de por sí, no le había dirigido la palabra salvo para gritarle, y Paula se enfadaba con ella a menudo porque Gwen disgustaba a su padre al no obedecer la orden de alejarse de los chicos. Cuando Jake empezó a pescar en el río, delante de la casa familiar, Gwen vio en él una especie de caballero al rescate, con aquella forma de hablar tan seductora. Un día, Jake la invitó a bajar por el río con él y ella apenas dudó. Y desde entonces, en abril, no se había atrevido a llamar a su padre ni a Paula, ni siquiera para comunicarles que estaba viva. Gwen aún podía sentir la ira que bajaba por el cauce del río procedente de Snow Pigeon.
L’entorn, la dificultat… tot plegat sembla que només pot conformar uns tipus molt concrets de persones, els que no hi encaixen és que són forasters, així de fàcil, i alguns que sí hi encaixen ho fan només amb l’esperança de marxar, com Madeline, espiada a casa seva per Kevin a El césped perfecto:
—¿Te gusta cómo ha quedado el césped? —preguntó Kevin.
—Me voy a ir, así que me da igual. Voy a dejar este infierno para ir a la universidad de Ann Arbor. Mi padre va a pagar lo que falta aparte de la beca.
Aquella revelación fulminó a Kevin como un mamporro en la cabeza con un despertador. ¿Cómo no había caído en ello? Era obvio que Madeline iba a ir a la universidad y que tenía demasiado talento como para desperdiciarlo con los demás en el centro de estudios superiores del condado.
—Allí no conocerás a nadie —dijo Kevin.
—Exactamente. Y nadie sabrá que vengo de un sitio así.
Un entorn complicat, afegim-hi les complicacions pròpies de fer-se gran i afegim-hi encara les complicacions pròpies de fer-se gran sent una noia, que és el que li passa a Debra, a El súbito desarrollo físico de Debra Dupuis:
Después de su primera clase de gimnasia, mientras las otras chicas de séptimo enjabonaban y enjuagaban sus precarias curvas y protuberancias, Debra inclinó la cabeza hacia atrás y dejó que la ducha salpicara si plenitud femenina como una cascada purificadora entre volcanes serenos y torneados. Dejó caer la toalla delante de la taquilla y se giró de lado hacia el espejo. Una chica con sujetador de copa A que se estaba aplicando rímel hizo una mueca de desaprobación, però a Debra no le importó. Ajenos a la gravedad, los pechos de Debra se alzaban y flotaban por encima de la caja torácica, cual dirigibles de carne cargados de helio, flotantes y dichosos como melones maduros. Debra había sufrido un gran disgusto este verano cuando Nicole, la que hasta entonces era su mejor amiga, había invitado a otra chica a ir con ella a Disney World, pero parecía que Dios se había apiadado de Debra y, como consuelo, le había enviado esos globos sagrados, esos orbes celestiales, esos soles gemelos en torno a los cuales giraba ahora el resto de su cuerpo.
—¡Debra! —llamó la señorita Spartan cuando Debra salía de los vestuarios—. Dile a tu madre que te compre un sujetador deportvivo. Si no, te vas a hacer daño.
Un empoderament per la via ràpida i primària, i la noia que s’ho creu i gaudeix d’aquest poder de fascinació que té sobre els nois, abans de descobrir que com totes les coses d’aquesta vida, aquesta ve amb les seves contrapartides.
A lo largo del día, se encontró con grupos de chicos que irradiaban calor hacia ella, en la zona de las taquillas y a la hora del almuerzo en la cafetería, con los ojos clavados en ella, como si la estuvieran manoseando. Las chicas la miraban como si tuviera la piel escamada. Una chica que fumaba en el baño y que tenía una cicatriz en la barbilla —como un desconchado en una taza de cerámica—, le dijo con toda claridad “Zorra” a la hora del almuerzo, pese al riesgo de que la señorita Spartan la escuchara. Después, cuando Debra estiró un brazo para alcanzar la parte superior de la taquilla, un chico bajito la agarró por detrás, pero no alcanzó a tocarle el pecho y en su lugar le apretó los músculos del brazo. Cuando Debra miró hacia atrás, solo vio las figuras borrosas de cuatro chicos con botas deportivas que huían.
En aquests llibres la natura, salvatge i indòmita, té la seva importància, però de vegades la natura humana ens pot quedar amagada. Trobem un retrat cruel d’aquesta humanitat en el conte Campos de apio:
Todas las personas que Georgina recordaba de ese vecindario eran mutantes de algún tipo, malformados o marcados, como si la naturaleza amara tanto a cada individuo que no podía dejar que se pareciera a nadie más. Como ese anciano que estaba de pie en la entrada de su casa, con una cabeza minúscula en la que apenas cabía un cerebro normal. La madre de Georgina, un mamut de pelo blanquecino, tenía un lunar en un lado del cuello, una gran protuberancia que parecía dispuesta a convertirse en un segundo hijo ilegítimo, una hermana para Georgina. Cuando se mudaron, lo primero que hizo la madre de Georgina fue quitarse el lunar. Delbert, un niño con el que Georgina esperaba el autobús escolar, tenía una marca de nacimiento de color frambuesa que le cubría la mitad de la cara. Una vecina estaba postrada en una silla de ruedas; una rampa larga y sin pintar, con las tablas medio sueltas, conducía a la puerta principal, y a veces la mujer se quedaba atascada a medio camino, por lo que tenía que pedir ayuda a sus seis hijos. Tras la muerte de su abuela, todo el cuerpo de Georgina se había convertido en una mutación, redondo y blando como un tumor, debido a la ingesta de todo alimento que se le pusiera a tiro. Al no tener los dulces amarillos ni los pasteles de dátiles con café de la abuela, Georgina se gastaba todo el dinero de las lombrices en galletas rellenas de nata y bollos de miel, que se comía a la salida de la tienda, junto a los contadores eléctricos. Por las mañanas, llenaba el cuenco de cereales una y otra vez: cereales azucarados, leche y después más cereales.
Per mi aquest és el millor recull de contes de Bonnie Jo Campbell, en les novel·les per mi res guanya a Érase un río, i en els llibres de contes, que també em van agradar, aquest seria el millor. Aconsegueix la barreja perfecta entre el retrat d’una realitat rural que coneix molt bé i uns personatges que tenen totes les característiques que n’esperem sense esdevenir una caricatura. Llibre recomanable tant si ja us agrada l’autora com si voleu fer-ne un tast però no esteu segurs d’assaltar una novel·la, aquests contes us serviran per fer-vos-en una idea.