Dos veces en el mismo río / Chris Offutt

Chris Offutt és un autor que m’agrada molt, tant en la seva vessant més ficcional, amb els seus contes de Kentucky seco i Lejos del bosque i la novel·la Noche cerrada i amb la trilogia iniciada amb Los cerros de la muerte i continuada amb Los hijos de Shifty, com també la seva part més memorialística, aquella que començava amb la impressionant Mi padre, el pornógrafo i que ara continua amb aquest Dos veces en el mismo río.

Si el seu primer llibre és la seva infància sota la terrible ombra del pare aquí ens trobem amb els anys de joventut, això en diu la contraportada:

A los diecinueve años, a Chris Offutt ya se le habían cerrado las puertas del Ejército, del Cuerpo de Paz, de la Guardia Forestal y de la Policía, así que abandonó su hogar en los Apalaches y se dirigió hacia el norte para dar comienzo a una serie de viajes que después lo llevarían de costa a costa por Estados Unidos, un país habitado por una variedad impredecible de vagabundos y bichos raros, en busca de trabajos temporales, mientras dormía en habitaciones de mala muerte y soñaba con ser artista.

Suficient per decidir-me a llegir-lo! El llibre comença posant-nos a l’ara, un ara on està més o menys establert i amb la seva dona esperen el seu primer fill. Trobem a la parella a les planúries i no a les muntanyes de la infància d’Offutt.

Mi llegada a Iowa coincidió con una sequía de dos años que había dejado el maíz raquítico, tronchado y muerto en los campos. La hierba marrón crujía bajo los pies. Los terrenos sin sombra me recordaban al aglomerado barato, que se comba tras mucho tiempo a la intemperie. Por la noche, la temperatura rozaba los treinta y ocho grados. después de haber vivido durante años en ciudades y montañas, la pradera me brindaba la capacidad única de ver venir los problemas desde muy lejos.
Rita y yo alquilamos una casita pegada al río Iowa. Debido a las leyes de zonificación y al riesgo de crecidas, la gente poseía la casa, pero no las tierras. Muchas casas se construían sobre plataformas para que un bulldozer pudiera llevárselas en caso de desalojo. Nuestro camino de tierra discurría en paralelo al río, pasada una alambrada repleta de cabezas cercenadas de siluros. Más de doce hectáreas de árboles nos rodeaban. Cada día daba un largo paseo por los bosques pantanosos.

Sweet Marsh Wildlife Management Area, Iowa

Com és Iowa? I l’autor ens comença a explicar com hi ha anat a parar.

Las gentes de Iowa practican la lucha libre, leen, juegan al minigolf y vuelan modelos de aviones a escala: pasatiempos que requieren pocos metros de terreno. Globos tripulados surcan el cielo cada verano. Los granjeros llevan tanto tiempo explotando la tierra que el suelo más fértil del país no es más que arena vieja, y requiere una variedad de químicos que se quedan en el terreno. Del agua del grifo no te puedes fiar.
Nací y me crie en unas colinas del este de Kentucky, en mitad del Bosque Nacional Daniel Boone. Los árboles crecían muy juntos, una marala que formaba un sotobosque espeso. La variedad de flora y fauna que coexistía allí era mayor que la de cualquier otra parte del país. Pasé casi toda mi niñez en aquellos bosques. La mitad de lo que sé lo aprendí allí por mi cuenta. Con diecinueve años me marché, y juré que siempre sería dueño de mi tiempo.

El llibre combina l’acció “present” amb l’espera del fill amb la part realment més interessant, què va fer el protagonista després del primer llibre que narraria la seva infància i primera joventut.

Nunca tuve intención de dejar el instituto, pero, como a muchos de mis colegas, se me quitaron las ganas. Estudiar era de tontos. Las chicas iban a la universidad en busca de marido, los chicos se ponían a trabajar. El suelo mugriento de los billares, las paredes de bloques manchadas y la tensión furtiva me sentaban de maravilla. El único requisito era la adhesión a un código ético tácito, un paradigma complejo que todavía hoy percibo. La partida costaba diez centavos, la hamburguesa con queso, un cuarto de dólar. Un día gané tres partidas seguidas y después no pude encontrar a nadie que quisiera jugar. Sin darme cuenta, yo solo me había aislado de la única sociedad que me había tolerado, un patrón que se repetiría durante años.
Tras una semana jugando al billar solo, fui un caramelito para un reclutador del Ejército que rondaba los billares como un chapero en Port Authority. Yo no tenía la edad, pero mis padres firmaron encantados los papeles de ingreso. El reclutador me mandó en ferri a Lexington, a cientos de kilómetros, y allí suspendí el examen físico.
—Albúmina en la orina —dijo el médico—. No te van a admitir en ninguna división.
Me sentí débil. Las lágrimas me abrían surcos en la cara. Mi propio cuerpo me había dejado atrapado en las colinas, mi espíritu inmovilizado por la carne. No sabía qué era peor: el bochorno de la traición física o la humillación de haber llorado delante de un centenar de fanáticos ansiosos por convertirse en hombres. Se apartaron de mí para disimular su vergüenza. Posteriormente, me denegaron la admisión en el Cuerpo de Paz, en la Guardia Forestal, en el Cuerpo de Bomberos y en el de Policia. Jamás conocí la camaradería ni me puse a prueba con otros hombres por las vías establecidas.
Aquel verano empecé a robar y a fumar hierba, y en otoño ya no me quedó más opción que ir a la facultad. La única escuela de las montañas se había transformado hacía poco en universidad. Dos años después, la dejé y anuncié mis planes de hacerme actor en Nueva York. Jennipher, la única chica a la que había tenido la valentía de amar, se había casado con un quarterback y se había mudado lejos. Mis hermanas me consideraban un paleto sin remedio. Mi hermano se negaba a vivir conmigo y mi padre y yo llevábamos más de treinta y ocho meses sin hablar de manera civilizada.[…]
La carretera se había convertido en una escapatoria.

Kentucky Country Roads

I aquí comença a donar voltes. A mig camí del Bukowski de Factotum o del Kerouac d’A la carretera. Descartada qualsevol opció més o menys militar, i també la universitat, l’autor es buscaria la vida entre carreteres i treballs temporals i autoestop per anar d’un lloc a un altre. La primera parada serà Nova York, on intentarà fer d’actor.

Al otro lado, me esperaba un mundo tan extraño que mi mayor ventaja era que sabía hablar y escribir en inglés. El deje ronco de mi acento me delataba. Juré que suprimiría la entonación gutural, las terminaciones aspiradas y que estiraría los monosílabos. Hasta entonces, guardaría silencio. Manhattan era sucia y estridente, pero se parecía a las colinas: estaba llena de analfabetos, mujeres inalcanzables y peligros potenciales. Vi las avenidas como riscos y los cruces como hondonadas. Los callejones eran arroyos que desembocaban en el río Broadway. Nueva York no era tan grande, solo era alta.

S’adapta bé, tot i la diferència entre les muntanyes i la gran ciutat, fins i tot coneix una noia amb qui comença una esbojarrada relació. Els seus intents per ser actor no aconsegueixen resultat, però segueix escrivint com una mena d’escapatòria vital, els seus diaris com una mena de salvavides.

Nostrand Avenue Scene (2)

El diario era mi zona de combate, el último refugio de privacidad en una ciudad de ocho millones de habitantes. Cada día podía ver unas dos mil caras distintas, un hecho que disfrutaba hasta que caí en la cuenta de que la mía figuraba entre las dos mil que cada una de ellas veía. Mis cálculos se desmoronaron por la presión exponencial. Jahi no aparecía en mi diario. Sus páginas estaban llenas de mí. Algunas contenían mi nombre completo y mi lugar de nacimiento en cada frase para recordarme que estaba vivo.
[…]
—Puedes hacer lo que te propongas. Eres blanco, tío y estadounidense.
—Cierto.
—Y yo una puta negra que se acuesta con blanquitos.
—¡Hostia puta, Jahi!
—¿Ves? —murmuró con una sonrisa—. Sabía que podía chincharte.
Di un pisotón en el suelo.
—Me da igual lo que hagas en la calle. ¡Ve desnuda! ¡Busca bronca! Eres la única amiga que tengo, recuérdalo. En mi tierra igual me conocen unas cincuenta personas. A ti, en Brooklyn te conoce todo el mundo, y en medio Manhattan. ¡El don nadie soy yo, no tú!

Deixa Nova York i va a parar a Minneapolis, allà es fa amic de dos equatorians, aprenents de gàngsters de poca volada.

Por la noche, los tres nos zambullíamos en las calles heladas, el viento que nos sajaba las piernas y nos empañaba los ojos. Nos movíamos de bar en bar, repartiendo lotería ilegal y, en ocasiones, el dinero del premio. Mi presencia ayudaba en el trato con los camareros blancos. Dados a las bravuconadas, Luis y Javier me contaban mentiras extravagantes sobre nuestra actividad, pero, cuando transportábamos grandes sumas, un silenci tenso me ponía alerta. Si entraban en un cuarto trasero, yo me apostaba en la puerta a modo de vigilante. Nunca me aconsejaron qué hacer si había problemas.

Quan l’intenten casar vulguis no vulguis amb una cosina o parenta és el moment de (després de passar la nit amb ella perquè no hi ha hagut més remei) tornar a fugir.

Me levanté al alba, me vestí y me preparé una taza de café. María me encontró en la cocina atándome las botas. La Luz del sol pulía su piel de caoba y le titilaba en los rizos bajo el vientre plano. El aire fresco le almidonaba los pezones. Se acercó, me abofeteó, me dio un beso rápido y salió corriendo. El fantasma de Daniel Boone me susurró que debería irme. Al no ser cuáqueros como Boone, los métodos de venganza de Luis y Javier podrían incluir ocho balas de la pequeña .22. Salí al albor de las calles y caminé hasta el mercado de carne, desde donde un camión me llevó hacia el oeste.

Mississippi River & Minneapolis Skyline - pre dawn

Vida a la carretera, aquesta part sí que recorda més a Kerouac, tot i que ell solia tenir un destí una mica més clar, que feia viatges per trobar-se amb amics i aquestes coses i Offutt va una mica on li peta.

Las entrañas de Estados Unidos se desplegaban en todas direcciones a medida que recorría el torrente sanguíneo de la interestatal, esquivando los glóbulos blancos de pervertidos, polis y forajidos. Hacer dedo suscitaba una peculiar forma de libertad vinculada al terror. Podía ir a cualquier parte, dormir en cualquier parte, ser asesinado en cualquier parte. La mía era la vida indiferente del percebe: unido temporalmente a un objeto más grande al ritmo que marque el trayecto. Sin planes ni destino, por fin era feliz. Trabajar era tan intrascendente como la comida o el cobijo, una necesidad monótona.
Vagaba con mis correligionarios, la caterva de vagabundos y bandidos que recorrían la nación. En ocasiones coincidíamos en algún cruce de carreteras. Después de un primer vistazo, con el que cada cual intentaba parecer peligroso por si el otro era un preso fugado, nos adjudicábamos un puesto en la autopista. La existencia se reducía a una mochila, la autopista y la benevolencia de unos perfectos desconocidos. Llevaba mi diario escondido bajo la camisa abotonada. La mochila y cuanto contenía se podían abandonar.

Una de les coses que té fer autoestop (suposo) és que et trobes amb tot tipus de gent, inclosos els pirats, com aquest camioner posat d’amfetes fins a dalt:

—Tenemos gasolina y agua, comida y armar —dijo—. ¡Con una ametralladora no van a mamonear!
—¿Quiénes, Winner?
—¡Los putos rojos y los mutantes, esos! Si tienes comida y armas, todo el mundo las querrá. Los mutantes, los primeros, porque los putos rojos tardarán un tiempo en llegar aquí. Y tendrán que esperar a que la cosa se calme. El primer par de años será un pifostio.
—Pero tú no.
—¡Afirmativo, cojones! Soy un patriota. Tengo mi máscara antigás y mi M-16. Estoy alerta.
—¿Por los rojos?
—¡Por las mujeres! —rugió, y me machacó el pecho.
Winner se lanzó a una diatriba anticomunista que englobaba al mundo entero. Todos los países estaban compinchados contra nosotros. Querían nuestro dinero, a nuestras mujeres y nuestras motos. Un día de estos nos arrasarían con varios centenares de cohetes, una bandada de pájaros letales de camino al oeste para pasar el invierno. Solo se librarían las tiendas de motos y las colegialas.
[…]
-¡Afirmativo, cojones! ¿Quieres ser un mutante con media cara y el pelo verde?. ¿que los niños te nazcan ciegos y sin pito?, ¿vivir como viven los cerdos? ¡Pues yo no! —Winner acarició el cuchillo que llevaba al cinto—. Mira qué hoja, hermano. Tiene el mango hueco. Dentro llevo un par de Pirulas Salvadoras para la radiación. Si me veo enmierdado, lo único que tengo que hacer es jalármelas. No hay deshonra si la piel se te está cayendo. Morirse no es malo, lo malo es cómo te vas. Es mejor hacerlo en la batalla, porque, si mueres fuertes, en la otra vida eres más fuerte. Si palmas como un mariposón, vuelves peor. Es un hecho demostrado. Lo dicen los científicos. Tienes que estar siempre listo, porque igual es hoy cuando golpean. Cuando lo sepamos será demasiado tarde, ¡pero más les vale esperarse a que vea a mi madre, cojones!
—Eh, Winner. ¿Quiénes estáis en todo esto?
—Para empezar, mis hermanos y yo. En el este son todos granjeros. ¿Por qué cojones eres tan cotilla?
—Igual tenéis sitio para uno más.

Zombie-X AK-47

Un dels llocs on s’està una mica, al Gran Canyó.

Después de cenar, veía el atardecer desde el borde del cañón, sentado en el trozo de roca más estrecho que sobresalía por encima del agujero. Allí escribía en mi diario, oteando las nubes, intentado entender el impulso extraño de dar un paso hacia el vacío. Lo que me atraía no era la muerte, sino el cañón en sí. Saltar manifestaba un deseo de llenar el espacio. Un día, justo antes del ocaso, presencié una tormenta eléctrica desde arriba: veía la ignición de los rayos y olía las descargas. Una súbita lanza de fuego restalló en las entrañas del cañón y desapareció. El aire olía a ozono. Eso me quitó las ganas de saltar.

Toroweap again

De tant en tant torna al present, l’embaràs avança a bon ritme, i aquesta escena m’ha fet molta gràcia:

Hace poco hicimos de canguros de una niña de un año, a modo de ensayo para el futuro. Durmió de lado, los brazos y las piernas colocados como en un bajorrelieve de una personita corriendo. En cuanto despertó, manchó el pañal con tal vehemencia que me dieron arcadas. He visto a hombres llenarse las venas de heroína. He presenciado un accidente con un bulldozer en el que un tipo perdió un brazo y las consecuencias escalofriantes de una herida de bala. Nada me ha revuelto tantísimo como el goteo del pañal en torno a las piernas regordetas, como oscurecía los genitales y veteaba la tripa. Rita cambió al bebé tranquilamente y bromeó con mi susceptibilidad.

La part dels records també explica quan va treballar en un circ ambulant (curiosament una altra escriptora de grit lit, Bonnie Jo Campbell, també va treballar una temporada en un circ), fins que els animals, el personal i el fet de fer de foca (literalment) el van afartar i va marxar a seguir amb el seu vagabundeig. Va a parar a Salem, i segueix amb el seu diari.

Mi adhesión al diario entró en un terreno extraño en el que veía mis interacciones directas como una forma de vivir para él. Si montar en bicicleta en mitad de una nevada me parecía buen material para una entrada, pedía que me prestaran una durante una ventisca. El trayecto en sí no importaba. Lo que hacía era intentar observarme del modo más meticuloso posible mientras me imaginaba escribiéndolo todo más tarde.

El “present” és tota l’estona un fill cada cop més aprop, una paternitat que s’abraona cap a ell amb moltes preguntes i cap resposta, els seus passeigs matinals són el moment de reflexió, de comunió amb la natura i també una certa por, tot barrejat.

Las mujeres del salvaje Oeste tenían una media de ocho hijos por cabeza antes de alcanzar la edad de Rita, y con frecuencia se destrozaban el cuerpo en el proceso. Muchas morían jóvenes. No era raro que los hombres se casaran de nuevo después de haber reventado a la primera mujer. La idea de que Rita muera me lleva a cinco minutos de somnolencia petrificada, y fijo la mirada en un roble. Hay franjas de nieve en los surcos de su corteza estriada. No sé qué sería peor, perder a mi pareja o criar a un hijo yo solo. La respuesta es tan obvia que la vergüenza me golpea. Mi preocupación por la mortalidad de Rita tiene poco que ver con ella. Quiero que viva para que me haga la vida más fácil.

De Salem a Boston, entremig torna a casa per la boda d’un germà però fuig tant ràpid com pot. Les seves vivències semblen un capítol de la sèrie Els Joves, però sense tants riures ni els Motörhead actuant allà.

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En Cambridge, me entrevistaron en varias “casas grupales”, pero mis hábitos me delataron: fumaba, comía carne roja y era virgo; una compañía pobre para los iluminados. Llamé a un número que vi en un anuncio de pisos compartidos y cinco insomnes me entrevistaron a medianoche en Jamaica Plain, más conocido como J.P. Me aceptaron por unanimidad, un hecho que tendría que haber despertado mis recelos.[…]
La pensión era una ruina de antes de la guerra que estaba a la espera de reforma para ser vendida planta por planta. Los propietarios del edificio eran dos papanatas que se autodenominaban “pioneros urbanos” pero vivían en el lujoso Back Bay. En el bajo vivía una familia puertorriqueña. El padre, Romero, criaba gallinas en el patio trasero y era el encargado del edificio. Podía echarnos cuando se le antojara, una perspectiva terrible, porque, cuando un hombre acaba viviendo en una pensión, ya no le queda adónde ir.
Seis de nosotros compartíamos un baño mohoso y una cocina infestada de ratas. Un tipo llevaba un negocio insolvente de albañilería desde el pasillo. Día y noche sus empleados iban y venían, jóvenes israelíes e irlandeses sin papeles. Esperaban en la salita a que les dieran trabajo, comparaban guerras y cicatrices, unidos por el hambre, el frío y el exilio. Nunca he visto a judíos y cristianos llevándose tan bien.[…]
Una mañana desperté con un asco absoluto por el trabajo. Decidí que quería que me despidieran, no me duché e hice todo el turno con unas de esas gafas con nariz de plástico. Durante la hora de las comidas, me quité la camisa y los pantalones y me quedé en calzoncillos, con un mandil blanco y la nariz gigante. La gente dejó unas propinas tremendas. Uno me preguntó con qué banda tocaba. Enrabietado por mi fracaso sin precedentes en que me despidieran, arranqué un póster del sacrosanto Che Guevara de la pared y me hice un sombrero.
A las tres de la tarde lo dejé, y allí se quedó una panda de neoanarquistas que discutían sobre la guerra civil española con unos cafés con canela entre ellos. En la seguridad del exterior, noté cómo el alivio me cosquilleaba la piel. Dejar un trabajo era la última forma que tenía de demostrar la existencia de mi libre albedrío.

Si tu padre fuera el rey del porno escrito | Cultura | EL PAÍS

El llibre va arribant al seu desenllaç, amb una passada per Florida i després una tornada al nord i la coneixença de la que serà la seva dona Rita. El final coincideix amb el naixement de la criatura que funcionarà com una fita. Tot i que els anys de vagabundeig, de voltar, de relacionar-se amb gent… tot això ja queda enrere i ja té una vida molt més estable, però el fill ve a remarcar això, com una fita que clou ja definitivament una etapa. Ja no podrà mai més simplement sortir a la carretera a fer dit i anar on el porti el destí, per això aquesta recapitulació aquest donar vida a uns anys i a una manera de viure que ja s’ha acabat i que per bé o per mal (com la relació amb son pare descrita a Mi padre, el pornógrafo) han configurat l’home que és ara. Un llibre molt recomanable, i si segueix amb les seves memòries jo les penso seguir llegint.

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